Se trata de un tema muy
estudiado y ensayado en muchos países desde hace unos 30 años,
pero que no hemos asumido plenamente en México. Hay bases legales
suficientes, hay experiencia acumulada, tenemos conocimiento para el diseño,
aplicación y evaluación de las medidas concretas, pero no
hemos dado el paso definitivo.
Dicho en una nuez, una RFA trataría de lo siguiente: que no
haya impuestos, derechos, tasas o cualquier otro instrumento fiscal
que favorezca el uso insustentable de recursos o bienes y servicios
ambientales, o de que existan medidas fiscales que propicien la sustentabilidad.
Hace unos pocos años la primera reacción ante las propuestas
de RFA era que no estaba claro el significado de la sustentabilidad,
pero esa sería ahora una simple excusa: hay suficientes aproximaciones
operativas, con información y elementos de control, para precisar
que externalidades negativas debemos evitar o al menos reducir, y cuales
comportamientos económicos se pueden estimular con el fin de
usar mejor los recursos ambientales.
¿Sería posible avanzar en esta dimensión aún
cuando existan tantos obstáculos para la reforma fiscal?, ¿no
complicaría más las cosas la introducción de las
cuestiones ambientales en la agenda fiscal? Opino que hay que entrarle
ahora al tema, y que dejarlo para después sería un gran
error.
Hay que despejar algunas dudas, y la más importante quizá
sea que una RFA no tiene como fin inmediato elevar la recaudación,
aunque en algunos casos sí supone nuevos impuestos o derechos
o aumentos de las tasas. Esto debe quedar bien claro porque el primer
enemigo de la RFA sería el rechazo de la opinión pública.
Muchos legisladores han soslayado el tema por el temor de que la RFA
se vea básicamente como cobros adicionales.
Ante la posibilidad de que “ahora sí” haya reforma
fiscal, sería deseable una plataforma legislativa que permitiera
una RFA progresiva, pero con propósitos, reglas y mecanismos
claros. Podría ser una ley de impuestos ambientales o algo parecido.
Hay muchos casos que pueden servir de referente sin violentar el sistema
fiscal mexicano. Incluso existen proyectos que pueden servir de base.
Este primer paso tendría que acompañarse por una revisión
integral de todo lo que en la actualidad ya funciona de hecho en la
lógica de la RFA, como algunos derechos, criterios de deducibilidad
del ISR, IEPS, sobreprecios y otros. Me consta que incluso gente bien
informada acerca del sistema fiscal no conoce lo que ya está
operando y tiene implicaciones ambientales. Valdría la pena que
la nueva legislatura tuviera una valoración y una evaluación
de conjunto que le permitiera una visión consistente de la relevancia
que tendría este aspecto frente a la crisis ambiental.
También deberían introducirse ya las reformas más
urgentes. Por ejemplo, las que tienen que ver con el impacto de algunos
bienes sobre la salud humana (algunos agroquímicos tóxicos,
ciertas emisiones o residuos) y las vinculadas a procesos críticos
en algunos ecosistemas regionales (sobreexplotación de acuíferos,
algunas descargas, ciertos cambios de uso del suelo).
Además, la RFA debería ser concebida en un esquema federalista,
de tal modo que los instrumentos fiscales que se apliquen para fines
ambientales realmente se orienten a resolver problemas locales, tengan
resultados evaluables y apreciables por los contribuyentes, y resulten
funcionales con la sustentabilidad del desarrollo local y regional.
Esta sería quizá su fuente principal de legitimidad social
y política.
Los aspectos técnicos de las posibles reformas han sido ya trabajados
en nuestro país, tanto por las autoridades hacendarias como por
las ambientales, e incluso desde el Congreso. Que daños ambientales
atacar; cuál sería el objeto y las fuentes precisas de
las medidas fiscales; las bases y factibilidad de los cobros; el costo-efectividad
de las medidas; su eficiencia social y económica; las tasas,
métodos, plazos, etc. de recaudación, son, entre otros,
aspectos cruciales que ya tienen un avance considerable que puede ser
aprovechado.
El momento es crítico, pues si de nuevo se pospone el debate
de la RFA nuestro país seguirá desaprovechando la política
fiscal para enfrentar la crisis ambiental. El Colegio Nacional de Economistas
ha discutido bastante el tema en sus congresos y puede aportar mucho
al debate.
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